Masini a La Repubblica: «He logrado el equilibrio interior que desde siempre busqué».
Lo dejamos con el pelo y la barba teñido de rubio platino, con la palabrota fácil y con los ojos rabiosos. Lo reencontramos sonriente, siempre inquieto y descompuesto de la agitación que le hace fumar un cigarrillo detrás de otro, pero con vestimentas normales y sin el maquillaje discotequero del sábado noche.
Marco Masini, ¿qué te pasó?
Mira, yo soy un tipo radical, alguien a quien no le gusta hacer las cosas a medias. Cuando decido cambiar, lo hago hasta el final. Scimmie ha sido mi álbum psicodélico: las canciones contenían el deseo de esos paraísos interiores alcanzados, no por las drogas, sino a través del instinto primordial. Ha sido una etapa de mi vida que no desconocía y quería mostrar, decir exactamente esas cosas y de ese modo. Hoy he cambiado.
Ya. Para reconquistar al público perdido, Masini tuvo que volver a las filas de Sanremo y a la música de sus comienzos; la elección no podría haber tenido mejores resultados, viendo que el nuevo disco Raccontami di te está mejorando las expectativas y la gira continúa: también hará parada en el Verdi de Firenze, donde el cantante florentino mostrará su espectáculo el 19 de abril. La venta anticipada deja entrever que se colgará el cartel de no hay entradas.
Es el mérito de una madurez que me ha permitido conquistar el equilibrio interior que desde siempre he perseguido. Antes me dividía en dos: por una parte estaba el Masini tranquilo, reflexivo e incluso divertido; al otro lado estaba el Masini que quería escapar. Y cada uno combatía al otro. Ahora han hecho las paces».
Y si la «malinconoia» -unión entre melancolía y paranoia que le valió la citación de uno de los más célebres diccionarios de Italia- era el sentimiento que imperaba a principios de los ’90, hoy el donquijotesco Masini ve en el egoísmo a sus molinos de viento.
El egoísmo, sí -dice- y sus derivados. Yo mismo he sufrido los daños, desde que se difundió el rumor de que traigo mala suerte, de que soy un cenizo porque hablo de cosas duras, tristes: sólo que yo tengo, como buen florentino, un carácter fuerte, me he tragado el sabor amargo con una sonrisa entre los labios y he tirado hacia delante. Hay personas que, por el mismo motivo, se quitaron la vida, como Mia Martini. Realmente, en Italia se permite crear líderes y matarlos al día siguiente con facilidad y los pocos que quedan son ridiculizados en programas como «Striscia la notizia». En fin, es una sistema que castiga a todos, a quien se lo merece y a quien no.
Volvía a Sanremo tras 9 años, ¿qué es lo que menos le ha gustado del Festival?
Lo que menos me ha gustado han sido los cómicos que han quitado protagonismo a la música. Fazio es muy bueno pero tiene la manía de reírse de todo y no lo comparto. Lo peor es que todos los medios de comunicación italianos piensan como él: tienen miedo de que la gente no se divierta si no hay golpes de por medio. En mi opinión, piensan que Italia es un país de depresivos.
¿Qué es lo que menos le gusta de Firenze?
Que nada ha cambiado: siguen los pocos sitios reservados para la música en directo, las mismas míseras oportunidades para los jóvenes, el mismo provincialismo, los mismos estudios de grabación siempre llenos -por lo que debes ir a Roma o a Milán-, la misma pobreza en los medios para aquel que no tiene un espacio donde poder mostrar tu espectáculo. Yo tenía que ir al «Aquila». Me gustaría que hubiesen sitios donde los grupos desconocidos puedan tocar con el famoso: pero aquí el artista es una cosa y el público es otra.
¿Los florentinos son tan duros como se les pinta?
No. Son profundos y sensibles, irónicos y optimistas. Si son cerrados es porque tienen inquietudes interiores que no quieren mostrar. Si son exigentes es porque quieren estar satisfechos del dinero que gastan. Si tienen la manía de buscar protagonismo es porque no logran ganar. El mejor ejemplo es la Fiorentina: no logró ganar ni con el mejor entrenador del mundo.
Fuente: La Repubblica – F.P.