Masini a La Repubblica: «Mi nuevo disco no eleva ni condena al otro sexo».
Cornudo y apaleado. Con sed de venganza. ¿Qué puede hacer mejor, Marco Masini, que enviar a la traidora de su ex pareja un explícito Bella stronza, título del primer sencillo de su nuevo álbum, Il cielo della Vergine? Aunque, más allá del epíteto, la dureza de la canción se palpa en la totalidad de su letra, violenta y -por momentos- vergonzosa.
¿No ha exagerado un poco, Masini?
Quien ha vivido experiencias análogas a la mía podrá fácilmente reflejarse en la canción. También a la inversa, si nunca has vivido esas situaciones y esa rabia, no podrás entender mi reacción con las mujeres. Bella stronza no incita a imitarme sino que representa el amor en todas sus fases. Cuando una historia de amor es intensa, aparece el componente violento de los hombres. Hablo de hombres y mujeres, obviamente…
Puede ser así, pero en sus canciones el muestrario de guapas e insultadas es visible…
Se trata de actos de amor. Considero que la peor ofensa para una persona que te ha hecho daño es la indiferencia. Si no hablara de mujeres, sí que las ofendería. Yo las pongo siempre en el centro de atención. Mi disco no eleva ni condena al otro sexo, habla sencillamente de mi relación con las mujeres. El desconsuelo juvenil en este universo es difuso: culpa de una sociedad que condiciona y esclaviza.
¿Y la culpa de quién es?
Principalmente de la educación y de la familia, instituciones que no reflejan la realidad del mundo exterior. La enseñanza en las escuelas es pobre. Si ya de por sí, debes fortalecerte en las escuelas, imagínate: en el mundo real, mueres.
En su disco encontramos «jóvenes aburridos como ostras», «desocupados, desechos de instituto, crecidos a la filosofía de bar», mujeres frágiles o libertinas. En Principessa la protagonista es víctima de incesto, Frankenstein es el retrato de un chico feo, grande y gordo que además, debido a su enfermedad, debe estar en la cama de un hospital. ¿Es siempre así de optimista, Masini?
Lo cierto es que detesto la hipocresía y muestro individuos y hechos reales. Luego pienso y me digo: si abandono a los fracasados de mis canciones, ¿quién cantará sus problemas? Les traicionaría a ellos y a mi público. Además, en mis canciones dejo siempre abierta la puerta de la esperanza.
¿También al pobre Frankenstein?
Franco, el personaje de la canción, no es sólo un enfermo: es el espejo de nuestra fragilidad. Hay siempre una tendencia a mofarse de quien es débil o diferente, pero dentro de nosotros existe la bondad, la ternura. Nuestra fragilidad, nuestras debilidades antes o después aparecen, aunque seas Rambo.
¿El catálogo de palabrotas de sus canciones es necesario?
Quizás utilizo un lenguaje demasiado crudo pero que se corresponde con la realidad. Es directo, sin metáforas. Si digo Bella stronza, saco simplemente una fotografía de un momento preciso, de un estado de ánimo real, intenso. La canción es el revelado de esa instantánea. Ya Totó, en sus películas del ’56 decía que ¡no entendía una mierda!; hoy, francamente, creo que podemos ir un paso más allá. Además, a mí me gusta la provocación, seguir el camino más difícil…
¿No será, más bien, el camino más provechoso? Palabrotas aparte, en el fondo también la «canción del dolor», así como la «televisión del dolor», tiene un público fiel.
No hago cálculos de caja con mis canciones, canto en lo que creo. Yo no he inventado el dolor, en la música ya se ha mostrado con el blues o el gospel…
A propósito de música negra: ¿nunca ha tenido la idea de aprovechar sus dotes vocales más allá del pop comercial?
Al margen de un par de canciones, en mi disco hay una fuerte dimensión rock. En mi música está siempre presente el rock: no como transgresión sino como natural metamorfosis del blues. Yo canto blues, no soy Ray Charles, obviamente, pero podría ser la evolución de Fausto Leali, el «negro blanco», como lo definían. El caso es que en Italia -y no sólo en mi caso- se habla mucho de letras y poco de la música.
En definitiva: le gusta el territorio popular, romántico y comercial, en contacto con los Baglioni y los Ramazzotti…
Que se me relacione con estos nombres me honra. Así como no me gustaba la definición del Renato Zero de los años ’90, como alguien me definió. En seis años de carrera, siempre he ido hacia delante. Lo único que temo realmente es ir hacia atrás.
Diga la verdad: ¿las letras de Il cielo della Vergine reflejan su ideal de poesía?
Bueno, a mi modo, se asemejan a lo que puede ser poesía. Bigazzi y Dati, mis coautores, extraen de mi alma todas las emociones que quiero transmitir. Y hacen brotar poesía.
¿Qué es la poesía para ti?
Todo, una sola palabra o kilómetros de reflexiones en rima, fruto de una mente artística. Pero vamos, no soy un Leopardi o un Pascoli.
Fuente: La Reppublica – Flavio Brighenti