Marco Masini a Io Donna: «Mi nuevo trabajo parte de la idea de Spostato di un secondo».

Será la octava participación en el Festival de Sanremo para Marco Masini. Fue en 1990 cuando el cantautor toscano participaba por primera vez en el Festival con Disperato, adjudicándose la victoria en la categoría Novità. Hoy, tras muchas vicisitudes, canciones y otra victoria, la del año 2004, con L’uomo volante, regresa al Teatro Ariston con Spostato di un secondo, canción que da título también a su nuevo trabajo que saldrá a la venta el próximo 10 de febrero y del cual partirá una gira de conciertos a partir del 30 de abril que recorrerá las principales ciudades italianas. «Aunque ya han pasado diecisiete años de aquel año 1990 que supuso mi lanzamiento en Sanremo, mi relación con el Festival no ha cambiado mucho», dice un Masini que, en la gala de versiones del jueves, interpretará Signor Tenente de Giorgio Faletti. «Hablamos de un espectáculo que tiene algo que conquista a los jóvenes y a los no tan jóvenes. Hoy, como la primera vez, siento la emoción de compartir esta aventura con amigos, colaboradores, músicos, trabajadores y, especialmente, con el público, con el que siempre es bueno confrontar. Lo único que cambia son los parámetros y las reglas musicales, porque el mundo durante todo este tiempo ha cambiado y he cambiado yo también y por eso mismo tengo nuevas cosas que contar».
Sanremo resiste al tiempo, a las polémicas, a las críticas.
Es cierto. Italia es un país con tradición, no se cansa de las tradiciones fundamentales de un patrimonio cultural tan importante como es nuestra música. Y, en mi opinión, está muy bien, porque nuestras tradiciones, nuestras melodías, nuestro bel canto son famosos en todo el mundo: ¿por qué deberíamos infravalorarlo o alejarlo de nuestra historia? Encantados estamos de todos estos Festivales e iniciativas que le dan valor añadido a la música italiana, a nuestra música de autor, a nuestra historia que hemos construido a través de los siglos, desde los tiempos de Verdi pasando por Guccini y Battisti, hasta hoy.
Pero tendrá que reconocer que, para muchos artistas, es una plataforma para promocionar sus discos; de hecho, su nuevo trabajo se publicará paralelamente al Festival de Sanremo.
Sí, es un álbum que gira alrededor de la idea de base de la canción que llevo a Sanremo, es decir, partiendo de la utopía de poder llegar un segundo antes a los lugares donde ya estuve. Manifiesto las ganas de retrasar el tiempo un segundo en el mundo para poder llegar más lúcidos a los momentos importantes de nuestras elecciones en la vida.
¿Se trata de una reflexión ligada a un examen propio de la edad -52 años- fruto de los reproches propios?
En parte, ya que a medida que pasa el tiempo, tenemos más reproches. Sin embargo, esto no quiere decir nada, los reproches los tenemos incluso en la adolescencia.
En el disco hay una canción, Nel tempo in cui sono tenuto a restare, donde aflora un Masini que alude, aunque brevemente, a hechos de actualidad como, por ejemplo, el problema de las inundaciones.
Bueno, nuestra existencia está condicionada por lo que sucede en el mundo y por el esfuerzo de los demás en integrar y proteger. No siempre es así, como por ejemplo en la región de Abruzzo, donde se han sentido abandonados. La canción, obviamente, la escribí mucho antes de que sucedieran las últimas tragedias a las que hemos asistido. Sin embargo, por regla general, en Italia suele haber terremotos e inundaciones y son ignorados a su suerte, y este es el gran problema. Estos sucesos deberían hacernos entender la importancia de la prevención, la importancia de estar preparados ante estas situaciones. Y también de esto habla mi nuevo disco, aunque después se mueva del terreno social al existencial. Lo hemos visto en el telediario estos días, que si no hubiese aviso tantos retrasos, una tragedia como la del alud que sepultó el Hotel Rigopiano se podría haber evitado. Lo más grave es que el Estado pierde credibilidad de cara a los jóvenes.
¿Usted que relación tiene con la política?
Me gusta informarme aunque, por otra parte, hoy te llegan las noticias al teléfono móvil, que se ha convertido en nuestro navegador. A través del móvil te creas tu propia televisión que se llama Facebook, te juntas con tus amigos que son tus contactos, y son ellos mismos los que comparten las noticias, por lo que tu red social se vuelve un periódico y te puedes hacer una idea de lo que sucede en el mundo. Lo importante es que después reflexiones con tu pensamiento propio esa noticia.
No ha tenido una carrera fácil y en su trayectoria ha habido dos momentos importantes: cuando publicó Vaffanculo en el 1993, canción en donde definía la música como «un nido de serpientes», y cuando anunció su retirada de los escenarios, en el 2001. Tengo la impresión de que hoy esa canción tendría menos visibilidad. ¿Usted qué cree?
Sí, quizás tengas razón. Por aquel entonces, esa canción resultaba realmente dura, escandalosa, y todos al final, en la radio, aunque decían estar en contra, cedían a la tentación y la programaban. Es más, hacían una especie de competición por ver quién la programaba. Hoy creo que una canción similar estaría en un segundo plano, porque ha habido tantos «Vaffanculo» -por ejemplo, los seguidores de Beppe Grillo- que ya el grito de rabia y de venganza no tiene sentido; en el caos que vivimos hoy tiene más sentido una voz tranquilizadora.
Echando la vista atrás, ¿qué piensa del modo en que, con aquella canción, metió el dedo en la llaga de las discográficas?
En realidad partía de un problema personal con las casas discográficas pero manifestaba un problema que tenían todos los jóvenes en aquella época, donde no había trabajo. En el año 1993 descubrimos que los políticos habían despilfarrado mucho dinero y, es más, con la Tangentopoli se descubrió la trama de corrupción asociada, por lo que sentíamos un deseo de gritar nuestro malestar y queríamos mandar a tomar por el culo al mundo aquel. Pero hay que decir que sólo es una canción: las canciones tienen ese poder, de disparar y desdramatizar al mismo tiempo. Nosotros no somos políticos ni hombres de cultura, somos cantantes y cantautores, exprimimos nuestras sensaciones; no somos profesores sino seres humanos y ciudadanos que reflexionan y que a veces, reflexionando, descargan su rabia.
¿Fue difícil, durante los años 2003 y 2004, volver a los escenarios?
Fue difícil encontrar una canción con la que volver. Pero sentía un gran deseo de ser padre, de tener un hijo que finalmente no he tenido, y así nació L’uomo volante, que me inspiró volver. También debo decir que mis seguidores me ayudaron.
Ahora es el momento de un nuevo álbum, un disco en el que habla mucho de amor: en Tu non esisti, por ejemplo, hablas de un amor ofensivo. ¿Con los años, a su edad, es cada vez más difícil escribir de amor?
No, ¿por qué debería ser así? El amor siempre es amor y siempre es nuevo, te regatea siempre. Aunque lo describas con diferentes palabras porque ya tienes otra edad, lo cierto es que a los cincuenta años, si te enamoras, cometes los mismos errores y haces las mismas tonterías que con dieciséis.
¿El paso del tiempo le asusta?
En absoluto, es más, me estimula, me empuja a aprender de los jóvenes, y si lo haces contando con la experiencia que te dan los años, te enriquece muchísimo. Y se necesita muy poco: algo que te dice un niño, un nieto…
¿Siente que le falta ser padre?
Me ha faltado en el pasado pero ahora estoy concentrado en otras cosas. Si al final sucede, perfecto, pero debería ser pronto porque no quiero que me confundan con el abuelo de mi propio hijo.
¿Pero, usted, qué hace cuando está desesperado?
No me desespero ya y, realmente, nunca estuve desesperado. La desesperación, en mi opinión, llega cuando no sabes qué hacer y, analizando mi propia experiencia personal, más que desesperación, sentía miedo. Miedo de que el mundo fuera en otra dirección con respecto a mis deseos, miedo que buscaba combatir, en los años 90, creyendo en algo. Como decía en una canción, incluso en la nada.
Fuente: Suplemento Io Donna de Il Corriere della sera – Raffaella Oliva