Marco Masini a TV Sorrisi e Canzoni: «Me veo reflejado en Renato Zero por su empatía con los que sufren».
Fue la gran revelación del pasado Festival de Sanremo, donde se impuso en la categoría «Novità» con la canción Disperato. La vena melódica unida a letras mordaces que llegan a límites que rozan la insolencia hacen de éste, el cantautor de una generación romántica y desencantada. Marco Masini habla de su vida, desde sus relaciones familiares hasta su aprendizaje detrás de los focos, en este reportaje para TV Sorrisi e Canzoni:
«Es bajito, feucho, calvo, no tiene un buen «look». ¿Su voz? Sí, tiene voz pero no es muy original: un poco parecida a la de Baglioni, a la de Ramazzotti, a la de Cocciante. Nada, no hay nada que hacer: no será nunca nadie».
Este es el perfil que, hasta hace un par de años, asignaban a Marco Masini en el ambiente discográfico. Marco lo repite una y otra vez con las mismas palabras, de manera divertida, casi dando la razón a aquellos, los cuales reserva en el anonimato. Al preguntar por los nombres, él rápidamente añade: «No soy rencoroso, no guardo rencor a ningún de ellos». El símil con Claudio Baglioni es morboso, así que no evitamos conocer su opinión.
Le han definido -de manera positiva- como el nuevo Baglioni. ¿Qué opinas?
No creo que me parezca. Quizás un poco al primer Baglioni, el que hablaba a los chicos de su edad. No, si debo compararme a alguien, diría a Renato Zero.
¿Renato? Me gusta porque soy un gran admirador suyo… sin embargo, me desconcierta esa comparación.
No me refiero a su modo de vestir, con esas capas, esos sombreros de plumas o las botas de tacón alto. ¿Te imaginas verme así? No, me refiero a Renato en el sentido de que es un artista que ha sabido empatizar con los que sufren, ha interpretado sus vacíos y las frustaciones de los más jóvenes, satisfaciendo su ansia de fantasía y de evasión. Por eso me siento tan afín a él. Por otra parte, creo que Baglioni ha dado a todos una gran lección artística, describiendo la realidad que nos rodea de una manera extraordinaria.
Giancarlo Bigazzi es el productor de Marco Masini: florentino como él, con casi treinta años de carrera a sus espaldas y con el bagaje de descubrir a talentos como Umberto Tozzi y Raf, entre otros.
¿Cómo conseguiste entrar en su círculo?
En Florencia no hay muchos espacios donde desarrollar la pasión por la música. Talento hay pero falta el motor. La única posibilidad es Bigazzi. Sólo él puede coger una canción y llevarla al final, es decir, al disco, asegurando el éxito. Le conocí gracias a mi gran amigo y colaborador, Mario Manzani. Manzani es batería, guitarrista y arreglista. Llevamos nueve años trabajando juntos. El padre de su novia trabajaba con Bigazzi y poco a poco fui entrando en su equipo de trabajo, no como un nuevo talento sino como ayudante musical. Trabajaba para sus artistas, ayudaba a realizar sus discos. Empecé con Si può dare di più del trío Morandi, Tozzi, Ruggeri.
Dicen que eras una especie de contrafigura, un «doble» musical…
Totalmente cierto. Los sustituía en el estudio en las pruebas y en las maquetas antes de que ellos pusieran su voz. Una buena experiencia, una gran escuela.
¿Cuándo el «doble» se ganó el derecho a salir a escena?
Casi contemporáneamente. A decir verdad, Bigazzi me propuso como cantante mucho antes de haber participado en Sanremo. Los únicos en creer en mí -aparte de él- fueron Beppe Dati y Mario Ragni. Dati, diez años mayor que yo, es escritor, poeta y autor de las letras de mis canciones. Ragni era el director artístico de una de las casas discográficas en las que intentamos probar en vano. Quizás si no hubiera cambiado de casa discográfica, aún seguiríamos allí, probando…
Detrás del éxito de Marco hay todo un trabajo en equipo, el «motor» Bigazzi. Sin embargo, Bigazzi no es sólo un buen gestor de equipos sino que también es un célebre autor de letras, frecuentemente mordaces, de las cuales siempre hay algo que dices: ¡esto es obra de Giancarlo!
¿Puede apreciarse su huella en las letras de tus canciones?
No se trata de colaboraciones externas. Hablamos muchísimo Giancarlo, Dati y yo antes de escribir una letra. Hay una gran compenetración entre nosotros. Ellos conocen mis problemas y me ayudan a extraerlos en forma de canción. Por tanto… es un trabajo de equipo.
¿Pero el desgarro sentimental de Caro babbo es totalmente tuyo? Tengo la impresión de que la relación con tu familia es bastante tranquila a día de hoy.
Con veintiséis años se ve la vida de otro modo. Con dieciocho, los chicos contestan a los padres. No reniego para nada de esta canción aunque reconozco que he cambiado. Mi padre no podía perdonarme haber dejado los estudios de contabilidad, no entendía que llegara tarde por las noches, que trabajara tocando en las discotecas. No era el tipo de padre que monta escenitas, que se cabrea brevemente, sino que estaba siempre de mal humor, mosqueado, que era casi peor. De todas formas, aquello es agua pasada. Añado que no es fácil para un padre aceptar que un hijo elige dedicarse a la vida artística. Si las cosas van mal, tiene razón él. Si van bien, todo cambia.
Tienes novia. ¿También ha cambiado tu vida?
En lo relativo a Gabriella, sí, también he cambiado gracias a ella. Gabriella es de Bologna, ha estudiado artes escénicas en la Scuola dell’Antoniano y ahora trabaja como especialista de doblaje en Roma. Por el momento, sólo podemos vernos dos o tres veces al mes.
Vives en Florencia y no tienes intención de mudarte. ¿Dónde encontramos todo ese carácter florentino?
Florencia es una ciudad muy agradable, especialmente si vives en la periferia, en mitad del verde. En cuanto al carácter florentino, no me reconozco en el estereotipo polémico y rebelde. Fuera del trabajo, me gusta reír y bromear, mientras que en el trabajo soy muy estático y reflexivo. Bigazzi me dice que no soy así, que parezco un santo y que, en cambio, soy un cabrón. Entonces le digo que puede que tenga razón pero cuando se trata de trabajo… hay que ser así.
Fuente: TV Sorrisi e Canzoni – Gherardo Gentili