Finaliza el rodaje del nuevo videoclip de Marco Masini: Principessa.
Masini se despide de Santhià. La caravana del ídolo de las adolescentes se marcha tras dos días de grabación bajo el telón del circo. Con ella se van los gritos de las fans, los autógrafos y el asedio al cantautor de Bella stronza, que se trasladó hasta Santhià para filmar las escenas del videoclip de su nuevo sencillo, Principessa.
Todavía a primeras horas del día de ayer -delante del Circo de Madrid- se aglomeraba un buen puñado de muchachas (algunas de ellas partícipes del videoclip pero también muchas otras admiradoras que no aparecían en la grabación) con la única pretensión de poder ver a Marco. «¿Las escuchas? Ahora mismo están cantando a coro una de sus canciones» -decía ayer por teléfono Dariusz Kubik, uno de los profesionales que trabajan en la producción boloñesa que ha grabado el videoclip-. Sin embargo, no sólo adolescentes se han acercado a ver recitar a Masini en medio del circo, guitarra en mano: había también muchos adultos que se han ofrecido a participar en este homenaje «felliniano», ya sea por su admiración por el malogrado director italiano como por tener la ocasión de sentir el gran momento de «luces, cámaras y acción» que no es cosa que se vea todos los días.
«Todo ha ido perfecto -decía Kubik-: la gente ha estado fantástica, toda la localidad nos ha echado una mano. ¿Necesitas una «topolino» para una escena de exteriores? Aquí la tienes, y además un stock de bicicletas años ’50 (como los vestidos que los jóvenes y adultos debían llevar). ¿Las tomas comienzan a las siete y media de la mañana? Pues allí estaban los cien extras al amanecer. Colaboración total. Aprovecho para agradecer al sindicato Barbonaglia su colaboración de parte de toda la Diamante Films».
Ayer por la tarde concluían las últimas escenas: aquellas en donde Masini, vestido de payaso, se quitaba lentamente el maquillaje delante de un espejo con aire melancólico. Adiós, estrella del rock: ahora Santhià espera impaciente verse en televisión, en Principessa.
Fuente: La Stampa – G. Bu.