Simios.
Simios.
(Eduardo de Alejandro Moreno)
Simios,
en las ramas de los días,
drogados de sueños
de erecciones inocentes
de libertad.
Con fiebre en las hormonas
y un avance de civilización
que se paga con Tavor y venganza.
Con el corazón entre los cojones
y un pasado de paranoia,
gozamos el instante de una alegría,
la realidad de la utopía,
una lúcida locura.
Masticar en grupo,
idiomas, olores, humo y chicles.
¡Simios,
con aliento en el cuello
absorbemos el meollo
de la vida, que la vida nos da!
Porque es mejor salvar el culo
que morirse antes de nacer.
Como espermatozoides sin mujer.
Nada de esvásticas ni de evangelios,
nada de sangre para vender,
nosotros creemos en la animalidad,
en la auténtica anarquía
sin inútiles mesías.
Confesarse en pandilla
entre oraciones de blasfemias.
Simios,
hermanos – hermanas
con lívido en la piel
y adrenalina potable,
¡Simios,
en los tejados del mundo!
Llorando, riendo lágrimas
para no perder el vicio de la vida,
¡La esencia, el porqué!
Conseguiremos, amor mío
en este espléndido paraíso de pago…
¡También perdonar a Dios!
¡Qué espectáculo, que viaje!
¡Que polvazo, el renacer!
¿Tendremos el coraje?¿Quién lo sabe?
Hasta el éxtasis de un establo
para no vivir más a medias
y probar una nueva lívido.
Simios,
en las ramas de los días,
drogados de sueños
de erecciones inocentes
de libertad.
En los orígenes del cerebro
para no hacerse de verdad,
para poseerse y no joderse el alma.
¡Para amarse y no joderse el alma!