Sanremo 1990: pronósticos cumplidos.
Los pronósticos al final se cumplieron, aunque de manera un poco vergonzosa. Desde hace meses se decía que los Pooh ganarían la cuadragésima edición del Festival de Sanremo. Toto Cutugno, al que muchos daban por ganador durante los últimos días, consiguió la segunda posición; completa el podio la dupla formada por Mietta y Minghi. Como se suele decir, todos lo merecieron. El guión fue respetado: la emoción de los cantantes, los fallos de la Carlucci, las continúas interrupciones y la presencia en la última gala de los enfermeros del hospital San Martino de Genova, que pidieron tener un pequeño espacio en los telediarios del mediodía. No faltó tampoco la caza de los cinco murciélagos que habitan en el Palafiori. ¿Fueron abatidos? «Pippione ha dado una recompensa de más de 100.000 € por cada uno», bromeaba Aragozzini.
Con la última gala del certamen retransmitida al mundo con posible récord de espectadores, el 40º Festival puso punto y final. Todos podremos a partir de ahora recobrar las costumbres normales de nuestra vida, cantando canciones que puede que no sean nuevas pero que participaron en Sanremo. El Palafiori será entregado a los comerciantes y el próximo año tendremos un nuevo problema con el lugar donde se celebrará el Festival. Ya se escuchan las voces que dicen que no se volverá a hacer en el Teatro Ariston. ¿Y cómo meteremos a toda una orquesta debajo de una tienda? ¿Y, si no, dónde se hará el Festival? Imaginaos qué nos espera para Febrero de 1991.
Lo que es innegable es que el organizador del Festival ’90 será aceptado en el Cielo de la música. Será enterrado rápidamente y seguramente será sustituido para la próxima edición pero se ha asegurado un lugar en el Olimpo de la música ligera italiana por la obstinación con la que ha perseguido recuperar la orquesta y los cantantes extranjeros en la gala. Estos dos elementos han marcado para bien este Sanremo y alejado a la mayor parte de las tradicionales críticas de los últimos años. La unanimidad con la que han sido recibidas obliga a pensar en su continuidad en los próximos Sanremo. La orquesta queda fuera de toda duda, siendo herencia fija para el próximo año. Los cantantes extranjeros seguro entrarán a discusión y dependerán de si gracias a Ray Charles, Dee Dee Bridgewater y otros, se venden más discos: quizás los discográficos se vuelvan menos miopes e invertirán más en este aspecto.
Lo curioso e inquietante es que Toto Cutugno se haya convertido en la estrella italiana tan solo porque Ray Charles cantó espectacularmente su canción; de hecho, hay quien sostiene la hipótesis de que, el gran mago negro, cantó en realidad otro tema que se parece al de Cutugno. Al final toda esta confusión salpicó incluso a la crítica especializada, que acabó por votarle para el premio de la crítica, obteniendo veintiún votos y situándose por detrás de Mia Martini, con treinta y trés, y por delante de Francesco Salvi, reivindicado por su canción anti-Sanremo: él combate al sistema desde dentro, como se suele decir.
Sin embargo, continuamos lamentándonos por la baja calidad de las canciones del certamen. Pero nos equivocamos, porque precisamente la mediocridad de la música y las letras es la clave del éxito televisivo de Sanremo; ¿cómo, si no, podríamos recostarnos en nuestro sillón a criticar sin piedad a los cuatro recomendados de este o de este otro político? No, sería difícil dejar de hacerlo. Mejor nos quedamos así, en el aurea mediocritas con tendencia a la baja. Y así, puede venir de afuera, un desconocido Masini a merendarse de un golpe a todos los artistas consagrados verdaderos y falsos.
Fuente: La Stampa – Marinella Venegoni