Masini a Il Corriere Della Sera: «Fui un chico violento pero las peleas también pueden ayudar a madurar».
La confesión del cantante, de treinta y cuatro años de edad, acerca de su juventud en Firenze: «Fui un chico violento. Formé parte de una banda de barrio. No éramos unos vándalos pero una banda sí. Me pegué y me pegaron. No me arrepiento porque también esto me ayudó a crecer, a madurar, a volverme un hombre». Marco Masini encontró su camino a través de la música -con sólo T’innamorerai llegó a vender casi un millón de copias-. Sus canciones hablan de chicos desesperados, de vidas jóvenes desperdiciadas por la droga o por la violencia de los adultos. Pero también sus canciones hablan de amor y de amistad. Sin embargo, quien lo encontrara en su adolescencia, junto a su grupo de amigos del Ponte Rosso en Firenze, podría pensar que se trataba de un delincuente.
Marco habla de aquel periodo, en la entrevista de Antonella Boralevi para el reportaje emitido por Retequattro que hablará de adolescentes con problemas. Adolescentes como sobre los que se ha discutido estos días en la Conferencia mundial sobre la infancia en Firenze. Según un estudio realizado, un niño de cada cinco es víctima de vejaciones por parte de sus coetáneos. Explica Masini al Corriere: «No quiero elogiar la violencia. Pero estoy convencido de que es hora de acabar con tanto «buenrollismo», con ese «debemos ser todos muy buenos». Porque es hipócrita: no existe un mundo de sólo chicos buenos y esto lo aprendes desde pequeño. Nosotros éramos un grupo, una banda y teníamos una sola ley: la supervivencia del grupo. Cuando te haces grande, descubres que estas experiencias te ayudaron».
«Nuestra banda del Ponte Rosso tenía peleas frecuentemente con los de la Piazza della Vittoria. Y nuestros padres no nos decían nada. Nunca. Me he pegado y me han pegado, sí, pero aquel que está siempre bajo las piernas de su madre, al primer obstáculo se hunde». ¿Entonces la solución es el ojo por ojo? ¿Reaccionar agrediendo si tratan de agredirnos? «Sí, para alejar el miedo, para no sentirnos siempre víctimas. Estoy convencido de que si desde pequeño diste, si no sólo recibiste, tendrás menos rabia dentro. Sabrás reaccionar mejor ante la vida. ¿Cuántos adultos rabiosos se vengan del débil porque cuando eran niños fueron vejados? ¿No tuvieron el valor, entonces, de alzar la cabeza?» Prosigue Masini: «Al final es la ley de la calle, de la vida. No es verdad que si fuiste un chico agresivo serás un criminal de mayor. Porque la madurez y la inteligencia vendrán después. Sin embargo, sí que es verdad que quien sufrió de pequeño se volverá un adulto violento».
Marco cuenta un episodio de su adolescencia, que le marcó dentro: «Tenía 15 años, me peleé con un chico más mayor que yo. Y fue así: yo había traído el balón para que jugáramos todos. Él era el cabecilla de otra banda. Al final de la pachanga, coge el balón y se va. Yo corro detrás de él y con tono serio le digo que ese balón es mío. Él responde que es suyo. Y empezó la pelea. A puñetazos y patadas me masacró, con todos los de su banda rodeándonos, mirando. Tuve suerte porque otro día tropezó en una explanada, cayó en un seto haciéndose daño con un alambre de espino. Yo tuve valor: me abalancé sobre él y le apreté fuerte el alambre de espino alrededor del cuello. Tuvieron que intervenir los adultos para pararme. Desde entonces tuve su respeto. Años después lo volví a ver, es un hombre hecho y derecho: se casó y es director ejecutivo de una empresa.
Fuente: Mariolina Iossa – Il corriere della Sera