Malinconoia: historias cotidianas.

No han transcurrido ni siquiera quince días desde que finalizara Sanremo y todos consideran que él es el verdadero triunfador del Festival. Pese a que «sólo» quedó tercero tras Riccardo Cocciante y Renato Zero, hoy nadie parece capaz de negar la evidente realidad de Marco Masini -joven de 26 años, florentino, ex pianista de bar, ex ultra de la Fiorentina, ya vencedor el pasado año de la categoría Giovani y este año dando el salto inevitablemente al rango de los Big-. Si a estos ingredientes le añadimos las más de 650.000 copias vendidas de su primer álbum, todo hacía presagiar que se llevaría a cabo una promoción similar. Sin embargo, el ascenso al éxito se ha completado: ya está a la venta el segundo disco de Masini, titulado Malinconoia, siendo líder en la lista de discos más vendidos, por delante de verdaderos iconos de la música como Sting o los Queen.
Se necesita arrojo, no hay dudas, para titular a un lp Malinconoia. Y, en cambio, con este título que es todo lo contrario a atrayente, este nuevo disco ha conseguido -en una sola semana- la friolera de 300.000 copias vendidas, confirmando que este joven florentino ya tiene un lugar relevante en el panorama musical italiano. Lo cierto es que nadie podrá negar que Malinconoia no podría definir mejor -en una sola palabra- ese estado particular de hipocondría depresiva, frustrada y resignada, que aflige a los jóvenes de esta generación. Sin embargo, Masini no tiene cara de chico melancólico o aburrido, es más, tiene la expresión duramente acentuada del ceño fruncido, como -si mientras Marco hablase- quisiera remarcar su acento en una frase, en una palabra, en una sonrisa, incluso en un gesto de burla.
Sin embargo, si Masini no es triste ni desesperado, sí que lo son gran parte de sus canciones. Y quizás su éxito radique en que éstas no cuentan nada más que la verdad de la vida que él conoce. Sus canciones son un cúmulo de sentimientos encontrados para un público jóven que, en cierto sentido, se reconoce e identifica con este joven florentino que habla de aburrimiento y de melancolía, de historias de amigos y amores surgidos en barrios de la periferia –Ti vorrei-, de historias de droga y violencia –Perchè lo fai-, de cenicientas enamoradas –Cenerentola innamorata– y bares pequeños. Historias sencillas e inmediatas que se desarrollan en un escenario cotidiano donde parece no existir un futuro –La voglia di morire-. Masini no predica, no propone soluciones, no promete un futuro mejor, no se adentra en el mundo de alta alcurnia sino que piensa en lo cotidiano, en las pequeñas cosas, en lo particular, contando historias individuales que, al mismo tiempo, son colectivas, limitándose a fotografiar la realidad sin analizarla y precisamente por esto gusta: sus letras tienen una simplicidad incuestionable, construidas con un hábil uso de retórica y claridad, haciendo que sean aún más reconocibles y reales, cercanas a las muchas canciones y poesías que frecuentemente aparecen en los diarios de los adolescentes, estando -al mismo tiempo- orientadas a un público joven, inteligente y atento. Son historias de buenos chicos que combaten cada día contra la escuela y el trabajo, que pasan sus fines de semana entre el bar y las discotecas, que aman, viven, sufren y que no son noticia; historias de perdedores –Il giorno dei perdenti– que tienen como única fuerza las ganas de vivir y de existir.
Acaba de nacer un joven héroe popular, una suerte de líder de la mayoría de la juventud silenciosa, no un héroe de esos que aparecen en el cine: no es alto, no es guapo ni parece tener carisma o seguridad en sí mismo pero tiene una gran voz y canta canciones en las que se pueden reconocer fácilmente y, en las cuales, cada adolescente parece poder encontrar un pedazo de sí mismo.
Fuente: La Repubblica – Giacomo Pellicciotti y Ernesto Assante*.
*Artículo extraído de diferentes publicaciones de los autores mencionados.