Il cielo della Vergine: a discusión la forma y el fondo.
Problema: ¿Existe realmente un sinónimo de «stronza»? Lo cierto es que no y esta cuestión ha avergonzado a Carlotta Tedeschi de la Rai y a Vincenzo Mollica del Tg1 que, a la hora de analizar el nuevo álbum de Marco Masini, Il cielo della Vergine, -desde hoy a la venta en toda Italia- han utilizado interminables giros del lenguaje para evitar aludir a la canción que abre el disco, Bella stronza, que ya suena en las radios nacionales. Se trata de una canción que creará incluso más discusión que la célebre Vaffanculo, ya que -más allá de la palabrota- existe un instinto intrínseco de violencia vengativa hacia el rico que se ha entrometido en busca de los favores sexuales de la mujer («Bella zorra, que te paseas por hoteles y restaurantes con el culo en el Ferrari de ese ser arrogante») pero también hacia la propia joven («me gustaría arrancarte esos vestidos de puta y tenerte con las piernas abiertas hasta el día siguiente»). El propio Masini reconoce la realidad autobiográfica de la historia y, de hecho, la hace extensible a muchísimas personas pero lo cierto es que la relación entre éste y la muchacha no debió ser precisamente un camino de rosas, a tenor del verso «Bella zorra, que llamaste a la policía aquella noche y querías que me esposaran, sólo porque había perdido la paciencia, la esperanza… sí… bella zorra». Lo cierto es que Bella stronza es una canción bien construida, con una buena melodía y una letra bien acoplada, con rimas perfectamente ajustadas al viejo estilo Bigazzi. Sin embargo, en muchos versos nos encontramos una canción realmente desagradable, cargada de rencor, de sórdida vulgaridad y de un machismo que creíamos difunto («pero si Dios te hizo más bella que el sol y la luna, quítate los pantalones, me conformo -como un perro- con las sobras…»).
El álbum continúa con la title track, Il cielo della Vergine, que tiene un aire decididamente veraniego, exaltando las actitudes sentimentales de las relaciones que nacen en esa época -con estrofas que recuerdan al Bigazzi de los tiempos de Tozzi, con versos del tipo «seremos dos dulcísimos robots, compañeros de una tierna odisea, en vez del brutal electroshock del rollo de una noche y basta»-. Prosigue Frankenstein, que relata la conmovedora historia de una amistad del colegio. En cambio, Il morbo di Beautiful es un tema ameno y veloz acerca de los tópicos de las series televisivas. Avanzando en el álbum encontramos dos pistas con cierta similitud, Cuccioli y Fatti furbo, en las que podemos apreciar el diálogo entre un individuo curtido por los golpes de la vida y un joven, adolescente o niño que está comenzando a asomarse al mundo. Gran contraste entre la dulzura de estas dos canciones y la pista más terrible que contiene el álbum: Principessa. Principessa afronta por primera vez en la historia de la música ligera italiana el controvertido tema del incesto: «Tú, callada entre las lágrimas, lo provocó todo él, borracho como siempre, más dueño de tí que nunca. Un padre sin alma, que destroza un poco de sí mismo y que ha crucificado al ángel que había dentro de ti. Y ahora sécate los ojos en la falda, dulce hija de un gran hijo de puta». Él, el joven que la ama, la sacará de aquel infierno. Mientras va a por ella, el joven guarda en el bolsillo una navaja aunque -por suerte- no combate la violencia con violencia y lo tira. Volersi male, Tempo buttato via y Zero son tres canciones que profundizan en las típicas miserias «masinianas»: la primera versa acerca de una tóxica relación de pareja; la segunda profundiza en un amor que termina en un día de lluvia mientras que la tercera es una exaltación hacia los perdedores.
En líneas generales, el disco muestra un Masini más agresivo, que deja -parcialmente- de lado los tonos pesimistas del pasado para mostrar una rabia más global. Se trata de un álbum que -por estructura melódica, capacidad vocal de Masini y astucia lírica de Giancarlo Bigazzi, Beppe Dati y el resto del equipo- se deja escuchar, encontrándose por encima de la media en cuanto a música ligera. Añadir que deja un poso -más acentuado, incluso, que en el pasado- de enfermedad profunda, como si se tratara de cierto estercolero habitado por monstruosos pensamientos en el que el sistema de valores afectivos se encuentra fuera de control; un delirio neurótico expresado con dureza y donde el tono y los colores cuentan más -si cabe- que el mensaje.
Fuente: Il corriere della sera – Luzzatto Fegiz Mario